Las Bombas cayeron sobre Hiroshima y Nagasaki, la destrucción fue total, miles desaparecieron en el acto, de otros los cuerpos quedaron tirados por ahí, miles más murieron en el trascurso de los primeros días, y cerca de 200 mil sobrevivieron pudieron conservar sus cicatrices y esos recuerdos el resto de su vida. Las bombas atómicas lograron los efectos esperado, uno era que Japón se rindiera, el otro era detener a Stalin en sus ansias expansionistas y el ultimo estudiar los efectos de las armas atómicas en ciudades pobladas.
Después de 6 y 9 de agosto de 1945, los japoneses enviaron equipos científicos para estudiar los efectos de las bombas. Estos equipos estaban dirigidos por Nasao Tsuzuki, un oficial médico de la armada japonesa, los cuales recolectaron datos importantísimos los primeros meses después de los ataques, pero estos antecedentes y las importantísimas conclusiones de los equipos japoneses no fueron publicados por cuestiones de seguridad.
En septiembre de 1945 llegaron equipos de investigación norteamericanos para estudiar el daño ocasionado por la bomba. Los datos de la destrucción material, como edificios, fueron recogidos y enviados de inmediato a Norteamérica, tenían prioridad. Pero fueron las lesiones de los sobrevivientes lo que atrajeron la atención. Eran desconcertantes los síntomas y padecimientos que tenían dichos sobrevivientes a pesar de las heridas obvias. Los equipos norteamericanos y los japoneses se unieron, por órdenes de Mac Arthur, en octubre de ese año. Pero los resultados de la investigación conjunta fueron clasificados como secretos y algunos sólo se publicaron mucho tiempo después.
Los primeros estudios reconocieron que de los lesionados durante el ataque fueron, en su mayoría, ocasionados por la onda térmica y mecánicas, en un 80 %, y el resto, un 15% fue originado por la radiación. Las lesiones mecánicas fueron ocasionadas por la onda de choque, que arrojó escombros desde madera, vidrios y concreto. Las lesiones pulmonares las ocasionó el golpe directo de la onda de choque contra la gente. Las lesiones térmicas fueron ocasionadas por una luminiscencia que duró unas milésimas de segundos, que tuvo un alcance de cientos de kilómetros. Se calcula que para lograr una quemadura de segundo grado se necesita de 4 mil grados por medio segundo.
El calor calcinante fue producido fue producido por una combinación de luz visible e infrarroja. La onda de calor inflamaba la ropa, teniendo un alcance de 1.500 metros. Pero la luz infrarroja tenía poca penetración y la ropa pudo cubrir de quemaduras. Sólo la ropa estampada dejo extraños tatuajes en la piel.
Con este destallo se encontraban también luz ultravioleta, con efectos cutáneos más tardíos, los cuales fueron pigmentación y eritemas. A los dos kilómetros del epicentro los sobrevivientes presentaban un intensa pigmentación, que aparecía a los dos días, llamada Careta de Hiroshima. La cual aparece a los dos o tres días de la exposición y precedida por eritemas. Se habla de daño a los ojos.
En la primera semana el porcentaje de muerte entre los sobrevivientes fe de un 53 por ciento. En la segunda semana el porcentaje se elevó a 75 por ciento.
La propagación de incendios fue rápida porque en Japón se construyen casas de madera. Produciéndose muchas quemaduras por contacto.
En mayo de 1946 los equipos norteamericanos regresaron a su país. Los directores de los equipos presentaron sus inquietudes a todos los que pudieron. Tenían sospechas de que la bomba tenía efectos a largo plazo. Los indicadores son la frecuencia de los resultados del embarazo adversos (muerte fetal, los principales defectos congénitos en los niños y algunas otras anomalías); y también el aumento en la incidencia de muerte en niños nacidos vivos, pero que morían tiempo después. Tal vez la idea de estudios a largo plazo fue insinuada por Tsuzuki y los equipos japoneses.
El único artículo de esa época, Genetic Effects of the Atomic Bombs in Hiroshima and Nagasaki, de la revista Science del 10 de octubre de 1947, explica que se tiene que seguir investigando por la posibilidad de que la bomba puede tener efectos genéticos.
El 26 de noviembre de 1946 Truman presenta una directiva para crear el Atomic Bomb Casualty Commission (ABCC). Esta era una comisión binacional para estudiar los efectos de la bomba. De hecho Jame Neel presenta en una conferencia del ABCC del 14 de junio de 1947, destacando la posibilidad de que se presenten mutaciones en los descendientes de los sobrevivientes, así como deformaciones.
El gobierno Japonés reconoce actualmente a 219,692 hibakusha, bombardeado, 98 mil sobrevivieron en Hiroshima y más de 100,000 en Nagazaki, y reconoce que el 1% padecen alguna enfermedad relacionada con la contaminación por radiación.
Según pasaron los años, los efectos más dañinos de la bomba atómica no salieron a la luz pública. Ya para 1947 se podían hacer estudios de los tejidos de ese elevado número de sobrevivientes, que fueron dañados por la radiación ionizante directa y después por los elementos radiactivos que cayeron en forma de lluvia, pero permanecen ausentes en la literatura.
Era ilógico suponer que los abortos espontáneos, las muertes al nacer de los niños recién nacidos y el elevado índice de problemas congénitos, no les dieran un indicio de que estaban siendo afectados por la radiación. De hecho estos efectos se conocían desde Marie Curie.
Lo cierto es que nadie destacó en el peligro de la contaminación nuclear. No se tomaron precauciones para el personal que estudiaba los efectos de las bombas en las pruebas nucleares. Se estalló la primer arma termonuclear, conocida como la Bomba H (por hidrógeno) en Bikini en 1946, otra en El Pacifico en Eniwetok en 1948, en Nevada en 1951 y la más interesante fue el 17 de marzo de 1953 demasiado cerca de la ciudad de las Vegas. En ningún caso se tomaron precauciones importantes para proteger al personal que trabajó cerca de la zona de prueba. Lo único destacable eran las gafas oscuras para protegerse del destello del estallido.
Dr. Masao Tsuzuki es el de lentes. 1946
Se tienen insinuaciones de que la primera prueba nuclear subterránea se dio en territorio japonés.
De estas pruebas nucleares se obtuvieron datos muy importantes. Se marcaron áreas donde la bomba tenía efectos diferentes. En la primera área los animales de prueba murieron destrozados. En la segunda área se presentaron muertes inmediatas, sin lesiones aparentes. En la tercera área se encontró que los animales morían en 24 horas. La cuarta, los animales presentan lesiones en pulmones y la quinta no se presentan lesiones de ningún tipo.
Gracias a las pruebas nucleares se comprendieron los fenómenos presentados durante el proceso de destrucción. Primero se presenta una luz muy intensa y con un potencial térmico de miles de grados, que sólo dura fracciones de segundos. Después el cielo se oscurece y llueve con grandes gotas negras, debido a la condensación radiactiva. Trascurrida media hora el hongo nuclear se ha elevado 13 kilómetros. La radiación lumínica térmica dura sólo tres milisegundos, después se presenta una segunda fase de luminosidad con poco poder térmico, que está compuesta de luz visible, infrarroja y ultra violeta.
Quizá lo que marcó un cambio fue que la prensa internacional empezó a llevar un recuento de las muertes de los sobrevivientes de la bomba, esto fue entre 1957 a 1959. Lo que despertó mucho interés en los resultados de las investigaciones de ABCC.
La revista Science de esos años no destaca ningún resultado importante. Sólo estudios en 1948 sobre los efectos de la radiación en las córneas de los animales expuestos en la prueba de la Bomba H, en Bikini.
El primer artículo importante en Science, sobre este tema apareció en 28 de marzo de 1958. Leukemia in Hiroshima City Atomic Bomb survivars. En estos se toman los datos de defunciones por leucemia entre los sobrevivientes de Hiroshima. Se contabilizaron 83 casos entre 1947 a 1957, en una población estimada de menos de 20 mil sobrevivientes. Lo que daba un índice de leucemia de 8.5 de incidentes cada 100 mil habitantes. Pero en 1981 se destaca que los índices de radiación, recibidas por los sobrevivientes, reportados por el ABCC no era confiables.
Desafortunadamente se hicieron estudios separados para todos los tiempos de cáncer que aparecieron entre los sobrevivientes. El más se estudió fue Leucemia, pero también tenían el cáncer de tiroides, el de las glándulas mamarias en mujeres, cáncer en los pulmones y glándulas salivales. Si se hubieran conjuntado todos los tipos de canceres en un sólo estudio se habrían dado cuenta de la elevada incidencia de mortalidad por esta enfermedad en los sobrevivientes. Además que algunos tipos de cáncer, como el del hígado y otros fueron desestimados porque no se podía presentar diagnósticos oportunos.
Por cuestiones de presupuesto la ABCC fue cancelado y en 1953. Pero por medio de un informa final, Neel and Willian J. Schull hacen un compendio de sus años de trabajo, un artículo titulado The Effect of Exposure to the Atomic Bombs on Pregnancy, Termination in Hiroshima and Nagasaki , donde se presentan todos los datos que hasta entonces se había recolectado. Aunque no presenta cifras, ni datos trascendentes.
Para ese momento los datos sobre el peligro a largo plazo de las armas nucleares fue obvio y se tomaron medidas de seguridad de los técnicos para las pruebas nucleares. En los artículos antiguos de Science, se puede ver una tendencia a investigar los efectos en la vida de las radiaciones nucleares y queda demostrado el peor peligro que la radiación ionizante representa: el daño genético.
En 1975 se creó Radiation Effects Research Foundation (RERF) para continuar con los estudios.
Otra colección de datos interesantes empezaron a acumularse, el índice de Carbono radiactivo, carbono 14, aumentó en la población. El carbono radiactivo se forma en la atmósfera y siempre tiene un porcentaje pequeño en los seres vivos, que empieza a decaer cuando el organismo muere. Pero se demostró que las bombas nucleares aumentaba este índice. También el cobalto 60, otro isótopo radiactivo, empezó a incrementarse en la población.
Pero las pruebas nucleares no se han detenido.
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