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domingo, 10 de junio de 2012

IGNEZ PHILIPP SEMMELWEIS, MÁRTIR DE LA ASEPSIA.


Historia de la Ciencia
La ciencia avance cuando las ideas innovadoras se imponen sobre las antiguas. En algunas ocasiones dicha oposición es provocada por la ignorancia, la arrogancia o la intolerancia;nada tiene que ver con la ciencia o la simple lógica. Pero siempre la verdad termina imponiéndose, principalmente por el peso acumulado de cientos de demostraciones, inclinando la balanza a favor de la innovación. Pero en algunas ocasiones, cuando el avance científica se adelanta mucho a su tiempo, la resistencia se hace imbatible, dejando una larga lista de víctimas innecesarias.
El ejemplo más patente de la intransigencia de los conservadores lo dio Ignez Philipp Semmelweis, un joven médico húngaro, que trabajaba en 1845 en la primera clínica de obstetricia vienesa. Dicho lugar se costruyó con el propósito de que mujeres, que por alguna razón, estuvieran embarazadas y no tuvieran el apoyo de una familia, contaran con un clínica donde acudir para atenderse. Se consideraba que la mayor parte de las pacientes tendrían hijos ilegítimos y, por tanto, no importaba mucho su vida.
Durante ese periodo se desató una epidemia muy fuerte dentro de la clínica, una enfermedad infecciosa diezmaba a las mujeres que acudían a la clínica por parto. La enfermedad se llama fiebre puerperal y podía alcanzar hasta el 25 por ciento de muertes en casos de mujeres atendidas. Siendo un índice mucho mayor de muerte que las ocurridas en las mujeres que tenían hijos en su casa atendidas por parteras.
En una ocasión, una paciente no alcanbzó a llegar a la clínica y tuvo realizar el parto en la calle. El médico se sorprendió de que la paciente como su hijo no contrajeran ninguna enfermedad.
Un día murió, por la misma fiebre, un amigo y profesor de Semmelweis, que era patólogo; contrajo la enfermedad al hacer disecciones de los cadáveres. Las operaciones de cualquier tipo, en aquellos tiempos, se realizaban a manos desnudas. Kalletschka se cortó por accidente durante la autopsia. Pensó que los estudiantes y médicos se contaminaban al analizar los cadáveres, trasmitiendo la enfermedad a los pacientes durante el parto.
Desde el principio notó que las manos de los médicos que realizaban disecciones adquirían un olor desagradable, pensó que el medico se contaminaba con Material Pútrido, y que contagiaban al paciente al momento de revisarlo. Semmelweis procedió a lavarse las manos con agua y jabón esperando eliminar el olor, pero este continuaba presente. Prosiguió probando todo tipo se sustancias esperando que esta les ayudaran a eliminar el olor a cadáver. el hipoclorito ca calcio que podía eliminar el olor a muerte.


Al pensar en la situación decidió probar algunas ideas. La clínica se dividía en dos áreas; en una de ellas las mujeres eran atendidas por parteras, que no tenían ningún contacto con los enfermos, siendo mínimo el índice de mortalidad por infecciones durante el parto. En la otra ala estaban médicos y estudiantes, que hacían las autopsias de los cadáveres como parte de su preparación. Semmelweis organizó un experimento para probar sus ideas. Ordenó a todos los estudiantes y medicos de su sección de hospital que se lavaran cuidadosamente las manos con agua y jabón e hipoclorito de calcio, antes de atender o revisar a las mujeres con parto reciente.
Durante los días subsecuentes se redujo el porcentaje de muertes en un uno por ciento, demostrando la veracidad de sus ideas. Pero lo más sorprendente es que una medida de higiene tan simple pudiera salvar vidas.
Pero sucedió lo impensable, al no contar con ninguna justificación teórica que justificara los resultados obtenidos fue rechazado. En esos tiempos existía la Teoría de la Generación Espontánea, que decía que los organismos vivos surgían espontáneamente de sustancias inorgánicas y aunque se sabía que existían las bacterias, los conocimientos era escasos.


Cuando el médico húngaro trató de explicar a sus superiores que al lavares las manos los médicos eliminaban las bacterias, que tal vez pudieran ocasionar la enfermedad, estos no lo tomaron en serio. Contestaron que la Generación Espontánea no necesitada de la higiene. La desesperación ante la falta de visión de sus colegas lo hizo encolerizar y llamó asesino al director del instituto y a los alumnos que se habían negado a lavarse las manos. El médico innovador fue despedido.
El jefe de la clínica, Johanklein, prohibió la práctica de la higiene, porque se salía de las normas impuestas por las costumbres médicas de la época. Pero el director fue más lejos. Aprovechó su prestigio para arruinar la reputación de Semmelweis.
Las calumnias se vieron respaldadas por la desesperación del médico al tratar de conseguir la aplicación de la asepsia en otros hospitales y clínicas. Llegando a prohibirle que ejerciera en su propio país.
Semmerlweis se casó 1857, pero la desgracia lo acompañaba. Su primer hijo murió al poco tiempo de nacer, y su hija solo alcanzó a vivir unos cuentos años, muriendo de una infección. Esto afectó mucho al padre.
En 1865 su salud mental fue decayendo, las alucinaciones y delirios lo condujeron a una clínica de salud mental, donde fue recluido durante algún tiempo. al salir gozó de un periodo de lucidez, pero volvió a decaer.
Una mañana entró a la clínica vienesa de obstetricia. Estaba frenético, tal vez atacado por alucinaciones. Se dirigió a el área forense, donde con un visturí se hizo una pequeña incisión de un dedo y lo introdujo dentro del cadaber de otra víctima de la fiebre parpueral. Murió en 13 de Agosto de 1864, de la misma enfermedad con la cual luchaba.
Las miles de muertes que nunca debieron ocurrir le ocasionaron una terrible frustración que terminó recluyéndolo en un hospital para enfermos mentales, donde murió ignorado.
En nuestros días se considera como un mártir de la ciencia. Tuvieron que trascurrir muchos años antes que Pasteur recomendara la asepsia para impedir el contagiar enfermedades.

Durante la epidemia del SARS, apareció por primera vez en noviembre de 2002 en la provincia de Guangdong, China, que a finales de febrero del 2003 llegó a Hong Kong. Quedó el caso curioso de cómo esa enfermedad pudo contagiar a las personas de sólo algunos pisos sin previo contacto y de otros pisos. Al examinar todo el edificio se encontró que el elevador contenía virus que los enfermos habían dejado al presionar algunos botones para llegar a esos pisos.
A partir de entonces la higiene tomo nuevo auge. Se enseñó a la población que lavarse las manos, de no saludar de mano y de toser o destornudar cubriéndose la boca con la parte interna de los codos y no con las manos, para evitar contagios.
Ahora que los antibióticos están siendo superados por los organismos patógenos, estas simples reglas de higiene podrían evitar enfermedades infecciosas ligeras que en muchos casos consumen antibióticos sin necesidad, sobreexponiendo a las bacterias a estas sustancias y provocando que aparezca resistencia a dichos antibióticos.

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