Historia de la Ciencia
Ninguna ciencia puede dar resultados tan directos y de amplia aplicación. Tampoco existe con reglas y axiomas claros y estrictos. Y ninguna otra rama de la ciencia es desarrollada en la soledad e intimidad total.
Pero lo mismo, el drama y la violencia, alrededor de los precursores de las matemáticas son extraños y sus genios tan escasos. Sin embargo, uno de los genios más apasionados en la historia de la ciencia es un matemático.
Su nombre era Evaristo Galois. Nació en Bourg-la Reine en 1811. Estudió en el Colegio de Luis el Grande. Intentó en dos ocasiones ingresar a la Escuela Politécnica, pero fue rechazada. Por fin pudo entrar denunciando el espíritu reaccionario del director y un mes después fue expulsado (1831).
En dichos tiempos, Francia luchaba por el establecimiento de otra república. Después de la derrota de Napoleón, fue restablecido en el trono Luis XVII (1815). Carlos X subió al trono y cinco años después quiso restablecer el poder real. El pueblo no aceptó y protestaron, la revolución de Julio terminó con la huida de Francis de Carlos X.
Entre los amotinados, como era de esperarse, se encontraba Galois, quien fue detenido, juzgado y condenado a seis meses de prisión. Durante el juicio fue definido como un acérrimo defensor de la república.
En la cárcel enfermó y fue trasladado a un hospital. Poco tiempo después se enredó en un lio de faldas y fue retado a duelo para defender el honor de una mujer, de la cual se desconoce el nombre. Murió el 29 de mayo de 1832, en París, a la edad de veinte años, por heridas recibidas durante el duelo de espadas, con el campeón francés de esgrima.
Galois trató de difundir sus ideas sobre matemáticas, pero con muy pocos resultados. Presentó a la Academia de Ciencia un manuscrito que Cauchy, a quien se lo confió, lo perdió antes de leerlo. El segundo debió leerlo Foorier, pero murió antes. El tercero “Sobre la resolución general de ecuaciones”, fue devuelto por Pisson como incomprensible.
Su vida y obra no hubiera tenido mayor trascendencia y no hubiera sido una perdida lamentable, sin el testimonio matemático que escribió la noche anterior al duelo. Esa noche cobijado por el débil resplandor de la vela, en su pequeño cuarto, presintiendo su destino, escribió a sus dos grandes motivaciones: la república, “A tous les republiques” y sus importantes memorias sobre matemáticas.
Fueron palabras escritas con rapidez, frenéticas en algunos casos, tratando de dejar incluidas todas las ideas que concibió en los escasos años de pensar en las matemáticas. Repentinamente dejaba inconclusa una parte, escribía al margen: “No tengo tiempo, no tengo tiempo”, y reiniciaba otro tema con la misma intensidad.
El testamento incluido en una carta a Aguste Chevalier, íntimo amigo de Galois, rogándole que hiciera lo posible por publicarlas. Súplica difícil de cumplir para cualquiera.
Chevalier cumplió el encargo de su amigo en 1846 en el “Journal Mathematicas”. Pero fue gracias a la intervención de Rieman, quien, 25 años después, entendió las sofisticadas teorías de las ecuaciones matemáticas dejadas por un apasionado joven antes de morir.
La investigación de Galois respecto al papel que desempeñan los grupos en la resolución de ecuaciones algebraicas, sin duda, son los más fecundos que se han hecho en álgebra, y es el único y definitivo paso, después de cincuenta años de intentos, en la resolución por radicales de las ecuaciones algebraicas.
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