Durante la primera mitad del siglo XX se desarrollo una fuerte polémica, se quería saber que sustancia química podría ser el portador físico de la información genética. Se sabía que dicha información se encontraba en los cromosomas, gracias a la investigación de Morgan, en 1910. Pero el cromosoma es una mezcla de proteínas y DNA. Surgieron una larga polémica sobre cuál de las dos sustancias portaba la información, todo indicaba que eran las proteínas, pero nada quedo claro hasta la década de los cuarentas.
En 1920 un investigador Inglés, Frederick Griffith, decidió estudiar una epidemia de Neumonía que surgiere Smethwick, una ciudad casi en el centro de Inglaterra. El científico ingles reportó, de Abril de 1920 a Marzo de 1927, 278 casos. De sus estudios halló 4 tipos diferentes de la misma bacteria Pneumococcal (tratada así en el articulo original, pero hoy se llama: Streptococcus pneumoniae). Los cuatro tipos de bacterias fueron catalogados por la aplicación de sueros, conocidas en la literatura como tipos serológicos, término que actualmente se utiliza.
Dicha enfermedad se caracteriza porque los pulmones se llenan de líquido, en una reacción del cuerpo para sacar de estos órganos las bacterias de la neumonía. Los organismos patógenos eran conseguidos de esputo de los pacientes. Del líquido pegajoso se tomaba una muestra y se sembraba en un medio de cultivo solido. Después se tomaba una muestra del medio de cultivo, se inoculaba en algún animal grande, se dejaba que pasaran varios días para que el sistema inmunológico del organismo reaccione hasta el patógenas, y se tomaba cierta cantidad de sangre, se separaban las células sanguíneas y se guarda el suero, este podía destruir las bacterias patógenas, y se clasificaba como suero tipo I. Cuando llegaba otro paciente con la misma infección se tomaba otra muestra de esputo, se cultivaba y para asegurarse que fuera del mismo tipo serológico que el anterior, se disolvían las nuevas bacterias en el suero tipo I y se inyectaba en un ratón, si éste sobrevivía se consideraba que en nuevo paciente tenía la bacteria de neumonía tipo I, pero si el ratón moría se entendía que el patógeno era de otro tipo serológico. Se tomaban nuestras de sangre del ratón muerto con el nuevo patógeno se repetía todo el procedimiento y el suero obtenido al final se consideraba del Tipo II. El procedimiento era muy laborioso y me sorprende la facilidad con que se pueden conseguir hoy unos gramos de anticuerpos mono clonados para cualquier patógeno, por algunos mil o 2 mil dólares.
En aquellos tiempos se recurría a las técnicas del suero para atacar infecciones, pero tenía muchos problemas. El principal era lo laborioso del proceso, pasar días para poder inyectar al paciente el suero y esperar una mejoría. Las personas que llegaban a un hospital con infecciones grabes lo último que tenían era tiempo. Otro aspecto negativo es que los organismos patógenos cambiaban con el tiempo, volviendo inútil el suero. El siguiente es que el suero tenía fecha de caducidad, duraba poco almacenado en hielo.
Toda la tecnología de los sueros inmunológicos fue tirada a la basura, literalmente, cuando llegaron los antibióticos. Pero volverá cuando los antibióticos se vuelvan inútiles por la resistencia de las bacterias.
Pero volvamos a nuestra historia. Durante los estudios de 7 años de Griffith, encontró un fenómeno extraño. Con el paso de los días, una muestra de esputo, digamos clasificada como tipo I, a la cual se volvían a realizar pruebas encontraban se encontraban otro tipo de bacterias patógenas, generalmente la más peligrosa, la tipo IV. Esto era muy frecuente y de un tipo serológico podían originarse los restantes. El científico tuvo una idea brillante y realizó una serie de experimentos para demostrar (simplificaremos en toda la explicación, eliminando muchos detalles técnicos)
Primero localizó dos tipos serológicos de neumococos, que pudieran ser identificados sobre un medio sólido de cultivo. En este caso tomo dos muestras, una que producía colonias rugosas y grises y otra que producía colonias lisas y traslucidas que eran más grandes que las anteriores. Las bacterias de las colonias rugosas (R) no se consideraban peligrosas, porque sólo ocasionaban una enfermedad leve en los ratones. La colonia lisa (L) era muy peligras y mortal en los ratones y humanos. Primero tomó un ratón y le inyectó de forma directa la bacteria tipo L, obviamente el pobre ratón murió. La segunda prueba inyectó la bacteria de la cepa R y el ratón vivió. La tercera inyectó de nuevo la cepa L, pero en esta ocasión las bacterias fueron sometidas a calor para matar las bacterias, y el afortunado ratón vivió. En la cuarta prueba mezcló en la inyección bacteria vivas de la cepa R y bacterias sometidas a calor (mueras) dela cepa L, el resultado fue sorprendente: el ratón murió, y de la sangre del animalito se pudieron encontrar bacterias de la colonia L. Griffinth concluyó que una parte de las bacteria L, que estaban destruidas por el calor, entro en las bacterias R y las transformó en neumococos L, patógenos. Consideró que existía un sustancia que trasmitía las características hereditarias que se encontraba en los desechos delas bacterias L muertas y que entraban en la otra transformándola. (No es necesario aclarar que fueron sacrificados cerca de mil ratoncitos para poder llevar a cabo estos experimentos)
La cepa R produce colonias rugosas y gírese porque son bacterias con una cubierta simple, la imagino como la cubierta de un pan que tiene incrustados dulces de varios colores. Estos dulces son las proteínas que utilizan los anticuerpos para adherirse a la bacteria, y así cubrirlo, aglutinarlo y llamar a los macrófagos, grandes glóbulos blancos, que se comerán las bacterias invasoras junto con los anticuerpos que la inutilizaron. No es que las bacterias R fueran inofensivas, es que estas bacterias eran más fáciles de atacar por el sistema inmunológico del ratón. La cepa L , tiene colonia lisas y grandes porque cada bacteria tiene sobre su cubierta, recordemos la cubierta de pan con incrustaciones de dulces, tiene una cubierta de polisacáridos, la visualizo como si sobre esta estuviera cubierta por una capa de algodón de azúcar que impidiera que los anticuerpos llegaran a las proteínas de la cubierta de la bacteria, impidiendo que el sistema inmunológico del ratón o de los seres humanos atacaran al invasor, volviendo mortal el padecimiento.
Esta serie de pruebas científicas fueron la base para que, veinte años después, se demostrara que el verdadero portador de la información genética en todos los seres vivos es el DNA.
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