Por un momento dude, sentí temor. Fue instantáneo, paralizante, intenso, salido del fondo del corazón; como siempre. Pero en este ocasión no era por mí, sino por alguien que amaba; me demostraron lo débil que era, que mientras tuviera sentimientos ellos podrían encontrar como dañarme. Celina dependía de mí y el miedo tomó otro nivel y otra forma.
Y por un segundo el temor se impuso sobre mi conciencia. Me sentí como un gusano cuando dudé; cuando tomé conciencia de que ambos moriríamos después de ser torturados: el miedo me hizo pensar en huir. Por un pedazo de segundo pensé en dejar sola a Celina y a sus hijos; por un momento dejé que el miedo me dominara.
Con los asesinos de nada sirve rogar ni maldecir, lo único que queda es pelear desde el primer momento, sólo de ésta forma existe una remota posibilidad de sobrevivirá. Pero ya cuando estas dominado lo único que queda es rogar a Dios para que de fuerza y valor para maldecir hasta el final.
Los muchos golpes que he recibido de amigos y enemigos me han enseñado que siempre debo jugar para ganar. Cualquier duda puede resultar costosa. Saber que estas apostando tu vida y sólo Dios puede decir cuándo nos tocara perder.
El miedo se trasforma en rabia cuando sabes que la única muerte digna que puedes encontrar es la que surge de la lucha.
Cuando mi alma me recordó lo que soy y lo que represento, el miedo se fue trasformando en cólera despacio, y el anhelo de venganza fue acallando mis sentimientos, mis temores y odios se desvanecieron, sólo quedo la convicción de que tenia que luchar hasta caer; siempre estar dispuesto para continuar en la pelea un segundo más. Tenía la seguridad de que nada podría vencerme cuando únicamente tengo la vida para perder.
No, nunca huiría; sí Celina moría lo haría junto con migo.
El camino a la cita fue relajado, indiferente a todos y a todo, con la idea de que cualquier cosa que me pasara sería algo más para recordar, aunque fuese una pesadilla.
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