En su infancia, en octubre
de 1831, cuando tenía nueve años, según recuerdos del
propio Luis Pasteur, un lobo rabioso atacó a un labriego llamado Nicole. El niño se acercó
horrorizado, al gentío aglomerado a la puerta de la herrería de un pequeño
pueblo situado entre las montañas del este de Francia. En medio de las
exclamaciones de pavor de la muchedumbre, el niño percibía el chirrido que
brotaba de la carne humana al ser quemada por el hierro calentado al rojo
blanco, y los gemidos de la víctima. El lobo rabioso, con sus fauces escurriendo venenosa espuma, acababa de
desgarrar una pierna a Nicole en una de las calles del pueblo. En el
transcurso de varias semanas, ocho víctimas más del lobo rabioso murieron de
hidrofobia.
En
1831 nadie conocía la causa de la muerte de las personas mordidas por perros
rabiosos, y después del descubrimiento de la vacuna. Pasaría mucho tiempo más
antes de poder identificar con exactitud el virus.
Para 1885, Pasteur ya tenía décadas
estudiando lo microrganismos. En medio de la ignorancia y la confusión reinante
en esos años, el avance del científico francés fue extraordinario. Pero uno de
sus últimos y más importantes descubrimientos fue la vacuna contra la rabia.
Para ese momento ya había encontrado los
patógenos que provocaban algunas enfermedades en animales de granja, y encontró el patógena que causaba la fiebre
puerperal en las mujeres que acababan de tener
un hijo. Pero para 1882 decidió estudiarla rabia.
Pasteur
estudió química, para poder adentrarse en estudios de medicna. Nombró como
ayudantes, primero a Joubert y después a Roux
y a Chamberland, tres médicos jóvenes y rebeldes frente a las anticuadas e
inútiles teorías médicas de entonces.
La llegada
de un perro rabioso a su laboratorio e intentar contagiar a otros animales
haciendo que el perro rabioso los mordiera. Pero no todos los amínales se
contagiaban. Recurrió a inyectar directamente
la saliva virulenta de los perros enfermos a los anímales, pero de nuevo obtuvo
resultados variados. Los médicos sabían que el virus de la rabia llega a la
herida de la mordedura en la saliva y entra por al cuerpo, fijándose al cerebro
y la medula espinal. Los síntomas de los animales enfermos y las necropsias de
perros muertos lo mostraban así, destacando degeneración en la medula y perdida
de sustancias cromáticas (Perdida de DNA) y atrofia en las ramas nerviosas. Por
lo tanto era ahí donde tenían que buscar.
Roux sugirió contagiar directamente en virus
en el cerebro del perro, lo que implicaba abrir le crane del pobre animal y
colocarle en el cerebro gotas que contuvieran el virus. Pasteur se negó por
cuestiones humanitarias. Pero Roux, días después, tomo un pero y la abrió el
cráneo con un taladro par inocular el virus
directamente. El perro enfermó y desde ese momento se usó este método para
contagia a los animales.
Desde 1880, estudiando el cólera aviar,
encontró una forma de vacunación contra esa enfermedad. De hecho desde 1769
Jenner desarrollo un sistema de vacunación contra la viruela utilizando una
enfermedad viral muy parecida que se presenta en el ganado vacuno. Aunque este
método fue prohibido en Inglaterra en 1840 por el peligro que significaba en las
personas vacunadas.
¿Qué sucede con la vacunación? Teniendo un
virus peligroso, como la viruela, se busca un virus muy parecido que no pueda
provocar la enfermedad en humanos, sino sólo molestias menores. En caso de la
viruela, Jenner encontró, gracias a conocimientos populares, que el ganado
vacuna contraía una enfermedad conocida como Viruela de las vacas. Las mujeres
que ordeñaban el ganado no contraían viruela. Inoculando pus de una vaca con
viruela, en una persona sana esta se volvía inmune contra la viruela ”humano”.
Ambos virus de viruela, el de las vacas y el
humano, son muy parecidos en la superficie pero algo diferentes en su
información genética. Uno está especializado en el ganado vacuno, provocando
una enfermedad inofensiva porque este virus tiene, quizá, millones de años de
convivir con los rumiantes. Pero en el caso del hombre el virus de la viruela
humana surgió en nuestra historia reciente, es devastador y potencialmente
mortal. Si la viruela vacuna llega a los humanos ocasiona un padecimiento
menor, pero con la estructura externa es muy parecida a el virus de la viruela
humana, el sistema inmune crea defensas para la viruela vacuna que también
contrarresta a la viruela humana, lo que le da inmunidad contra ambas
enfermedades.
Esto mismo hizo Pasteur, pero en lugar de
buscar un virus parecido al de la rabia, se dedicó a fabricarlo. Teniendo el
método de trepanación para inocular la enfermedad, procedió a inocular la rabia
en otras especies, en particular conejos. En palabras del propio Pasteur:
“La inoculación de un conejo, por
trepanación, con la médula de un perro rabioso, siempre da rabia a los animales
después de un período medio de incubación de unos quince días. Si el virus se
transmite de este primer conejo a un segundo, a partir de esta tercera, y así
sucesivamente, por el mismo método de inoculación, hay una tendencia marcada
hacia un acortamiento del período de incubación en los conejos inoculados
sucesivamente. Después de veinte a veinticinco pasajes de conejo a conejo,
llegamos a un período de incubación de ocho días, que se mantiene durante una
nueva serie de veinte a veinticinco pasajes. Entonces tenemos un período de
incubación de siete días, que se produce con notable regularidad durante un
series nuevas vías para el aumento de la nonagésima. Al menos ese es el número
que me han llegado sin haber apenas todavía se observó una tendencia a un
ligero acortamiento adicional del periodo.”
El
pasar el mismo virus de un conejo muerto al siguiente, y así sucesivamente, lo
hacía para que el virus de la rabia se especializara en los conejos. El grado
de especialización del virus de la rabia en los conejos lo indicaba la
reducción del tiempo de incubación de 15 días a ocho, en cada ocasión le era
más fácil provocar la enfermedad. El virus al estar tan especializado en
conejos no podía ocasionar la enfermedad de la rabia, pero si le daba una
muestra del virus al sistema inmunológico para volver inmune contra la rabia al
paciente.
Su
siguiente prueba fue inocular el virus de la rabia del conejo en un perro,
encontrando que el animal sobrevivió y al inyectarle un virus de la rabia normal,
poco tiempo después, descubrieron que el animal ya no se contagió. Este
descubrimiento causó revuelo en la prensa de aquella época.
“El
6 de julio de 1884 pasado, tres personas de Alsacia inesperadamente se
presentaron en mi laboratorio: Theodore Vone, un tendero de Meissengott, cerca
Schelstadt, que había sido mordido en el brazo, el 4 de julio por su propio
perro, enloquecido, Joseph Meister, de nueve años de edad, que había sido
mordido por el perro mismo a las ocho en punto de la mañana del mismo día, y
que, arrojado al suelo por el perro, llevaba las marcas de mordeduras múltiples
en la mano y los muslos. Las heridas más graves se habían cauterizado con ácido
fénico, por el Dr. AVebcr, de Ville, la tercera persona, que no había sido
mordido, era la madre de Joseph Meister.” Explicó Pasteur meses después.
“Joseph
Meister había sido recogido cubierta con espuma y sangre. M, Vone tenía
moretones en sus brazos, pero él me aseguró que los dientes del perro no
hubiera pasado por su camisa. Como no tenía nada que temer, le dije que podía
volver a Alsacia el mismo día, y así lo hizo”
“He
visto a nuestro socio, el Dr. Vulpian y profesor Dr. Grancher, le conté lo que
había pasado. Tuvo la gentileza de venir a ver al pequeño Joseph Meister, y
comprobar su estado y el número de sus heridas, de las que había no menos de
catorce. La opinión de estos dos médicos fue que, como consecuencia de la
gravedad y el número de lesiones sobre él, Joseph Meister era casi seguro que
tienen hidrofobia. Entonces les informó de los nuevos resultados que había
obtenido en el estudio de la rabia ya que la dirección que había pronunciado en
Copenhague el año anterior. La muerte de este niño parecía inevitable, decidí,
no sin ansiedad considerable y profunda, como usted puede imaginar, para tratar
sobre él el método con el que yo había tenido un éxito constante en perros”
Para
esto tomó medula de conejo muerto de rabia el día 21 de Julio, y la inoculo con
jeringa en la piel cercana al ombligo de Joseph. Al mismo tiempo inyectaba a un
conejo con el mismo virus para demostrar que no era virulento. Realizó doce
inyecciones en el niño, en cada una de ellas, tomó medula con menos día de
conservación, hasta llegar, en la última inyección, a inocular un virus
obtenido de la medula de un conejo muerto el día anterior.
No
es necesario aclarar que el joven no padeció la enfermedad.
De
esta forma se estableció la primera cura contra una enfermedad infecciosa por
medio de una vacuna.