En la primera página
de la novela Conversaciones en la Catedral aparece la siguiente frase: “Él era como Peru, Zabalita, se habían jodido
en algún momento. Piensa: ¿en cuál?”. Viendo a Latinoamérica yo también me
pregunto lo mismo. Algunos son países grandes,
con gran cantidad de recursos materiales y humanos, uno se pregunta por qué no
contamos con algún país con suficiente desarrollo, que sea competitivo en el
mundo.
Cuando pienso en
los primeros contactos que tuvo América con el resto del mundo encuentro que
los emigrantes europeos tenían distintos motivos y razones para venir a este
continente. Por una parte los españoles venían buscando fortuna, no esperaban
llevar una vida simple, como la que tenían en Europa, esperaban encontrar su “justo
pago”. Riqueza y prosperidad, que nunca conseguirían por si mismos en su
tierra. Para esto tomaron a los nativos como esclavos y se trasformaron en explotadores sin
principios morales.
En cambio en el
extremo norte del continente llegaron religiosos buscando un lugar seguro para
tener libertad de culto. Se establecieron colonias y se dedicaron a vivir de su
trabajo en el campo. No trataron de volverse los grandes terratenientes y no tomaron la población local como esclavos, en cambio los desplazaron o los exterminaron.
Aunque la suerte de los nativos americanos fue igual de devastador en todo el
continente. Todos ellos, en menos o mayor grado, tenían una bese moral fuerte y
un principio de honestidad bien definido.
Para mí la
pregunta: ¿en cuál? Se contesta con esta deducción demasiado simple. Nuestro destino
estaba en la base moral de la población que llego a dominar el continente.
Y esta filosofía
se mantiene durante los primeros siglos del dominio europeo de américa. Pero también
existen otros detalles que me llaman la atención. La independencia en toda América
ocurrió casi en el mismo periodo y las constituciones fueron redactadas casi
con los mismos principios de igualdad, pero su aplicación fue muy diferentes. Mientras
que en el norte del continente los redactores de sus constituciones eran personas
nobles, sencillas que sabían que el progreso de cualquier país depende del
trabajo y esfuerzo cotidiano de cada uno de sus ciudadanos y lo mejor que se
podía hacer era garantizar las libertades. En el sur llegaron personajes, que
en su mayoría, se veían a sí mismos como los grandes caudillos que buscaban ejercer
el poder sobre la población. El primer detalle importante es que en las grandes
capitales se concentró todo: El poder político, religioso, cultural y económico,
impidiendo otros lugares de desarrollo en sus respectivos países. Los gobernantes se rodeado de un
grupo de funcionarios serviles trataron de imponer su manera de pensar y nunca
se pudo ejercer una democracia
eficiente. Otros detalles importantes es que al ejercer todo el poder también
propagaron la corrupción.
La mayor parte de
la población en toda América era agrícola, siendo la mejor manera de mantener controlada a la población, y esto se mantuvo hasta casi finales
del siglo pasado, lo que garantizaba desigualdad social.
Para principios
del siglo diecinueve, Europa despertaba a la era industrial, surgieron las grandes
ciudades, exigiendo mano de obra barata para sus fábricas, la contaminación y
una nueva forma de explotación y de marginación. Pero también surgieron
recursos económicos que se pudieron concentrar en la cultura, desarrollo científico
y tecnológico. Esto dio frutos casi de
inmediato, el desarrollo económico fue en aumento originando a su vez más
avances y más progreso. Pero también aumentó la población en las ciudades y convirtió
la pobreza en algo que todos veían en las calles. Una democracia funcional
permitió, con el paso de los años (muchos), que las condiciones sociales fueran
mejorando para la población en general, lo que evitó problemas sociales que
hubieran descaderado violencia
incontrolable.
En el norte de América
se aplicaron la industrialización por iniciativa surgida de la misma población.
Se originaron los mismos problemas que en otras partes, pero el progreso se fue
socializando por esa misma corriente democrática.
En el sur de América,
al tener gobernantes ineficientes, no se buscó la industrialización como meta
en sí. La misma corrupción impidió que las personas con poder económico (y por
lo tanto político) hicieran inversiones en tecnologías nuevas, siendo que sus
fortunas se construyeron por circunstancias políticas, no por un trabajo real
de administración de sus propios recursos. Pero también estaba la ignorancia
como punto clave de la mediocridad.
Llegamos al siglo
veinte como países agrícolas, democráticamente manipulados y volviéndonos un campo
de batalla para las nuevas ideas como el comunistas. La idea del socialismo fue
tomada con mucha seriedad en países con tradición totalitarista.
Considero que
cuando los grandes avances del siglo veinte impresionaban al mundo nuestros
gobiernos, imposibilitados por la mediocridad, sólo se volvieron espectadores indiferentes
y no trataron de hacer llegar la tecnología a sus países. Seguían siendo países
agrícolas donde el control de los gobernantes, si no total, al menos
suficiente, para volver impensable cualquier intento ciudadano de llevar tecnología
a sus países.
Al final de la
segunda guerra mundial se dio otro fenómeno igual de dañino para nuestros países,
nos trasformamos en el campo de batalla de las superpotencias. Entre nuestras
filas se encontraban representados los dos bandos, y sostuvimos una larga
guerra inútil por el poder, no por el pueblo. Y se tomaron lo peor de los dos ideologías,
donde por intereses de los ajenos, se derramamos sangre latina de forma inútil.
El Chile de
Pinochet, al leer un poco de información real, no propaganda, estaba cerca de
tener los mismos problemas que hoy tiene
Venezuela.
La doctrina
comunista dice que el gobierno garantiza la seguridad, la salud y te dará todo
lo que necesitas (aunque lo que daban era escaso y de mala calidad). A cambio te quita el derecho a ser un individuo; no tienes
derecho a opinar, a estar informado, a viajar, a exigir o quejarte. Lo que el
gobierno te da, el gobierno te puede quitar.